martes, 15 de noviembre de 2011

¿Capitalismo o Socialismo? : ¡No, gracias!






No tengo por menos que recordar, en estos tiempos tan difíciles que nos toca vivir, a mi profesor de Filosofía  allá por los años 70 al que apodábamos el “morrosco” por su evidente parecido a un famoso  púgil de la época que ostentaba el citado sobrenombre (J.M. Urtain).    
   Infructuosamente,   intentaba hacernos comprender, que el Capitalismo y el Socialismo (se refería, y yo me referiré siempre en este artículo, al Gran Capital y al Socialismo Marxista exclusivamente), no solamente no están en contraposición, sino que, al fin son las dos caras de una misma moneda porque, con distintas puestas en escena,  producen en el pueblo los mismos efectos.
Que el comunismo ha fracaso política, social y económicamente nadie lo duda. Un sistema sin referente moral alguno, que anulaba completamente al individuo en Pro del Partido Único y del Estado (partido y estado eran la misma cosa), obviamente estaba abocado al fracaso.                                                                      Las secuelas devastadoras aún perduran en Rusia, las  Repúblicas Bálticas, y los países satélites (Rumania, Yugoslavia, Polonia. Checoslovaquia, Cuba….). El pueblo está pasando hambre, pero la clase dirigente comunista ha pasado a formar parte del gran capital. Antiguos políticos, militares, miembros de los servicios secretos de los países del telón de acero, están entre los más ricos del mundo y en la actualidad controlan  materias primas, energía y tecnología.
Por otra parte el Gran Capital  debido al gran fracaso económico comunista, se quedó sin contrapunto e intenta implantar, como único viable, un sistema productivo a su medida, y al que cada día da una vuelta de tuerca más para cebar su insaciable avaricia.
Comoquiera que la codicia del capital carece de limite alguno y es tan amoral como la idea marxista, los efectos que produce (de hecho ya se están produciendo) son idénticos: los ricos cada vez más ricos, los pobres cada vez más pobres y  la clase media, columna vertebral de la economía,  desapareciendo.
Especulan sin pudor alguno  con todas las materias primas (cereales, caucho, hierro, cobre etc.), la tecnología  y la energía, quedando el pueblo llano indefenso ante tales desmanes.
El gran capital no produce riqueza, solo la posee, no conoce al individuo, ni lo reconoce  como persona, sino como un posible trabajador o consumidor.

Lo estados no pueden permitir lo que está pasando en la actualidad. Caiga quien caiga han de poner freno a la especulación en los mercados, con leyes que, severamente, castiguen los movimientos especulativos para alterar el precio de las cosas, y el acopio de materias primas  con  el mismo objetivo.
Otro modelo productivo  distinto de los dos anteriores es posible, donde se prime y favorezca  al pequeño empresario, y no a las multinacionales como ahora se viene haciendo.
Donde el trabajador no pierda la dignidad a favor de una salvaje competitividad  y donde la riqueza sea para el que la produce y no para el que la especule.
Donde, aparte de criterios meramente contables, el proceso productivo esté impregnado de  solidaridad, humanidad y con los referentes morales y las leyes  que impidan que el 5% de la población manejen el 90% de los recursos.
Por todo lo anterior expuesto se hace absolutamente necesario la intervención de los Estados al unísono  (de otra manera no es posible) en la  economía de mercado.
Si los Gobiernos no son capaces de atajar de cuajo las atrocidades del Capitalismo  salvaje, que no les quepa duda que lo hará el pueblo, como ya lo ha hecho en innumerables momentos de la historia: “revolución al canto y contadores a cero”.     El germen esta sembrado (movimiento mundial de indignados), solo hace falta abonarlo un poco más y que un carismático líder lo capitanee.
 Y es que la codicia y la amnesia son primas hermanas  e impiden rememorar  la historia, de la que nunca aprendemos.

Agamenón y su porquero
Villanueva de Córdoba Octubre 2011

P.D.: El vicio inherente al capitalismo es el desigual reparto de bienes. La virtud inherente al socialismo es el equitativo reparto de miseria.
Winston Churchill (1874-1965) Político británico.


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